IV. La Universidad de Guadalajara, 1925 - 1989

Transcurría la segunda década del siglo XX, el gobernador de Jalisco era José Guadalupe Zuno, quien en sus ratos libres se reunía con sus amigos y artistas del Centro Bohemio, él mismo era escritor y un buen caricaturista. En sus tertulias bohemias, se discutía sobre el ambiente cultural de Guadalajara, extrañándose siempre la carencia de una universidad.

Ya el 5 de enero de 1924, durante la Feria de Guadalajara el ingeniero Juan Salvador Agraz había impartido una conferencia con el tema “Proyecto de la fundación de la Universidad de Guadalajara”.

Madurando la idea, el gobernador Zuno convocó a las juntas preparatorias para organizar de nuevo la Universidad, invitando al citado ingeniero Agraz, al profesor Enrique Díaz de León, al ingeniero Aurelio Aceves, a las profesoras Irene Robledo y Catalina Vizcaíno, a los sacerdotes Severo Díaz y José María Arreola, al arquitecto Agustín Basave, al doctor Juan Campos Kunhardt, a los abogados Ignacio Villalobos e Ignacio Calderón, al químico Adrián Puga y al jefe del Departamento de Educación estatal, Adolfo Contreras.

 

Muy pronto se elaboraron los planes de estudios de las escuelas y facultades y el proyecto de Ley Orgánica, que aprobó el Congreso del Estado el 7 de septiembre de 1925.

Se eligió el 12 de octubre para la solemne inauguración, la cual debió celebrarse en el gran patio de la antigua Real Universidad, pero la pertinaz lluvia que caía sobre la ciudad, obligó a trasladarla al recinto del Teatro Degollado.

En el momento culminante de la ceremonia presidida por el gobernador Zuno, hizo uso de la palabra el rector electo Enrique Díaz de León, quien en un magnífico discurso expresó: “Va la Universidad a formar hombres. El grano que tú siembras son almas […]” Al final de la pieza oratoria, se dirigió dramáticamente a los estudiantes: “Jóvenes estudiantes: vosotros sois la médula de esta obra. Sois el fin y sois el principio de ella. Sois la Universidad”.

En la primera sesión del Consejo Universitario, se eligió el lema de la Universidad: “PIENSA Y TRABAJA”.

En medio de grandes conmociones políticas, que incluyó la Cristiada, la Universidad de 1925 a 1934 fue dirigida por rectores como el citado Díaz de León y los doctores Fernando Banda, Jesús Delgadillo Araujo, Juan Campos Kunhardt y Manuel Alatorre, entre otros.

El rector Díaz de León en el Primer Congreso de Universitarios, realizado en la ciudad de México, impulsó enérgicamente la educación socialista. Y al intentar aplicarla en Guadalajara, se desataron muy serios disturbios estudiantiles, por lo que el gobernador Sebastián Allende decidió clausurar la Universidad.

Para evitar que la Universidad Autónoma de Guadalajara, se apoderada de la histórica denominación de Universidad de Guadalajara, el 22 de julio de 1937 el Congreso del Estado de Jalisco restauró nuevamente la Universidad, nombrándose al licenciado Constancio Hernández Alvirde como vigésimo primer rector. La ceremonia de reinauguración, se verificó el 20 de noviembre inmediato.

De 1937 a 1989, la Universidad ha tenido catorce rectores, entre ellos los médicos Luis Farah, José Barba Rubio y Roberto Mendiola; los abogados Rodolfo Delgado, Ignacio Jacobo, José Parres Arias y Enrique Javier Alfaro Anguiano; y los ingenieros Jorge Matute y Hugo Vázquez.

La Universidad en esta etapa ha visto pasar por sus aulas a miles de estudiantes y es muy difícil mencionar a unos cuantos, por lo que vayan a manera de ilustración, los siguientes: el gran humanista, diplomático e internacionalista Antonio Gómez Robledo; los médicos María Jacinta de la Luz Curiel, Delfino Gallo, Alberto Ladrón de Guevara, Juan López y López, Juan Ignacio Menchaca, Horacio Padilla Muñoz, Francisco y Amado Ruiz Sánchez, Amado Ruiz Rasura y Alfonso Topete; los abogados Gilberto Moreno Castañeda, Roberto Larios Valencia, Rubén Darío Rivera, Víctor Manuel Santana Romero y Pedro Vallín Esparza; los ingenieros Edmundo Ponce Adame, Enrique Flores Tritschler y Enrique González Madrid; los arquitectos Jorge Camberos Garibi, Gabriel Chávez de la Mora, Claudio Favier, Fernando González Gortázar, Gonzalo Villa y Alejandro Zohn; los literatos Alí Chumacero, Hugo Gutiérrez Vega, José Luis Martínez y Rebeca Uribe; los historiadores Francisco de Jesús Ayón, Carmen Castañeda, José Cornejo Franco y José María Muriá; los pintores Guillermo Chávez Vega, Gabriel Flores y Jorge Martínez.

El microcosmos esencial de la Universidad es la clase, sin él carecería de justificación existencial. En consecuencia son miles los docentes que cotidianamente ejercen el magisterio a lo largo y ancho del territorio jalisciense, casi siempre en forma anónima y silenciosa, si se quiere con todas sus deficiencias y carencias, pero también con sus grandes momentos de entrega, sacrificio e inspiración.

A manera de reconocimiento, evocamos a unos cuantos, que sin haber cursado sus estudios en nuestra Universidad, se incorporaron a ella para ejercerlo en forma eminente: los arquitectos Silvio Alberti, Bruno Cadore, Ignacio Díaz Morales y Horst Hartung; los canónigos José María Gallegos Rocafull, José Ruiz Medrano y Benjamín Sánchez Espinosa; la botánica Luz María Villarreal Millán de Puga; el filósofo Carlos Vevia Romero; los músicos Domingo Lobato, Hermilio Hernández y Leonor Montijo; los literatos Juan José Arreola, Adalberto Navarro, Fernando del Paso y Wolfgang Vogt; el pintor Alfonso de Lara Gallardo; el historiador y crítico de cine Emilio García Riera; el maestro de la Escuela Preparatoria de Jalisco, José Guadalupe Guerrero, entre otros.

Referencia: Real Ledezma, Juan (octubre de 2013). De los acontecimientos grandes y notables de la Universidad de Guadalajara, 1696 – 2013. Inédito.

 

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